viernes, 4 de septiembre de 2009

Ni Grana ni granizo

Lanús volvió a jugar flojito, extrañó mucho a Salvio y, bajo la lluvia, la tuvo complicada en varios momentos del partido. El Bicho fue un poco, poquito más.

Desde sus últimas campañas se le puede exigir más. Por los hombres que se fueron formando en los grandes equipos de Cabrero y Zubeldía, se le debe exigir más. Pero está clara la humanidad de este Lanús: no siempre puede, no siempre lo logra. Y no siempre lo merece.

Bajo una llovizna, primero, y después con el agua cayendo a borbotones, Argentinos encontró la manera de complicar a un Granate que sintió las ausencias. La de Salvio, sobre todo, que controla su ansiedad en la Selección a la espera del partido con Brasil, y la de los otros generadores de juego que sí estuvieron en La Paternal: Blanco y Aguirre.

Ellos son, a partir de sus propias capacidades, los que más responsabilidades tienen de hacer de su equipo un equipo no sólo vistoso, sino también agresivo. Pero casi no lo lograron. ¿La cancha rápida? Puede ser una excusa válida para explicar por qué no se vieron dos, tres o cuatro pases seguidos. Puede ser, seguramente, la razón por la cual a los dos equipos les costó sostener la pelota. Sin embargo, a partir de su calma, de su paciencia, Argentinos sí consiguió adueñarse del juego en gran parte del primer tiempo. Porque los ligeritos que tiene arriba, más la buena zurda de Domínguez a la izquierda y la presencia de Ortigoza -de regreso- posibilitaron jugar en la mitad de la cancha que defiende Caranta. Y fue justamente Caranta el que impidió que el Bicho consiguiera más: le tapó una buena a Hauche, controló sin dramas remates de Ortigoza y Gianni, atrapó buscapiés de Domínguez y Bogado, y descolgó centros. No fue demasiado, todo en cuentagotas. Pero fue suficiente. Y fue lo único.

Sin una referencia de área, todo lo bueno que insinuó Argentinos se perdió en las manos del ex Boca. Y cuando, por fin, Pavlovich entró para jugar como faro, nadie vio sus luces prendidas. No lo buscaron.

Cuesta -y es raro- encontrar puntos altos en Lanús. Biglieri se encendió de a ratos y de sus pies, tras una combinación con Salcedo, llegó lo mejor del equipo: un remate que reventó el palo, a los 4' del segundo tiempo. Algunos intentos de Velázquez completaron la pobre tarea. El resto fue un incesante ir y venir, el prestarse la pelota, el llegar más por acompañar el torrente de agua que con los patitos en fila. Faltó juego elaborado, alguien que llevara (bien) la pelota.

Lo llamativo de una noche de miércoles fue que las llegadas fueron casi todas sucias. Insólito, claro, si se tiene en cuenta que hubo tanta lluvia, tanta agua para todos...

Fuente: Diario Olé

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