domingo, 15 de marzo de 2009

El Lagos tiqui-tiqui

Una ráfaga de Lagos, que aportó dos asistencias, dejó a Lanús cuatro puntos sobre Vélez y a la gente, confiada con otra vuelta: "Que de la mano, de Zubeldía...".












La fiesta es tal que parece excesiva, ¿pero lo es? ¿Es exagerado lo de esta gente, la de Lanús, que celebra así el 2-1, la punta, los cuatro puntos de diferencia por sobre Vélez? Es verdad, sí, que ve que hay sol a pesar de que está lloviendo. No brilla todo, no, y sin embargo hay un grito pasional, sentido, confiado: "Que de la mano, de Zubeldía, todos la vuelta vamos a dar...".


En la fecha 6.

Pero ahí está Lanús, otra vez arriba de todo, de todos, después de mojarse los zapatos para saltear el charco, de enlodarse para ganarle a Colón. No la pasó bien, no deleitó, pero se floreó dos veces y dejó a todos con la boca abierta, con la sensación de que la flojera de la Copa es solamente eso, ya va a pasar.

"Tuvimos la suerte de convertir dos goles en un minuto y eso simplificó todo", resume Chiquito Bossio, aún exhausto por los revolcones de los últimos minutos, también por su mala salida que permitió el 1-2 ajustado. Y tiene razón el arquero. Lanús ganó, y ganó bien, pero sin mostrar todo lo que puede, todo lo que sabe. Se arremangó para pelearle el partido a un Colón que salió a apretarlo, a pelearle la pelota en su propio campo. Y se quedó en eso, en la batalla, en el poco riesgo, lo mismo que había sufrido entresemana en Chile. Se encerró en sus temores.

Fue tan pobre todo, tan carente de ideas de los dos lados, que la primera llegada en serio del local en el primer tiempo fue a los 39 minutos, por un remate de Valeri que tras un roce terminó en el córner. Lo de Colón, en la primera parte y durante todo el partido, fue únicamente eso: probar de media distancia, sacar provecho de la cancha rápida por los chaparrones. Excepto en el gol (llegó de un córner, la mala salida de Bossio y un cabezazo de Rivarola), no pisó el área con peligro. Nunca.

Y Lanús esperó. Esperó. Esperó. Y se lució dos veces, en una ráfaga de fútbol, en un tiqui-tiqui que tuvo a Lagos como protagonista, como asistente en los goles de Valeri -preciosa pared entre ambos- y en el de Menéndez, que aprovechó un error de Rivarola en el arranque de la jugada. Fue eso. Y eso fue suficiente. El esfuerzo del rubio delantero, más importante por las ganas que por la resolución de sus ideas; la movilidad de Diego González, ubicuo, criterioso y sencillo para entregar la pelota; la sociedad entre Valeri y Lagos por la izquierda, punzante, temible en esos (pocos) estallidos.

Estallidos que generaron goce, pasión, una tremenda confianza de cara a lo que sigue. Y que dejan a Lanús en la punta, con méritos, habiendo guardado jugadores, pero con lagunas que deberán corregirse a tiempo para evitar seguir creyendo que el verano no termina en unos días, que la lluvia no existe y que Sand y Menéndez son mellizos. En todo sentido.


Fuente: Diario Olé

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